España y olé

Me encanta. Con el paso del tiempo y a pesar del devenir histórico no perdemos nada de nuestra esencia, esa que nos ha hecho ser atractivo turístico durante tanto tiempo, y no precisamente por alhambras, mezquitas y acueductos, sino por nuestra insuperable marca social.

Ahora habla una amante rubia que como las buenas amantes de alto tronío da entrevistas como escribe libros, (expertas en relaciones exteriores se les llama ahora a las que fueron mujeres volanderas y capaces en defensa de quien las mantiene o ha mantenido, las profesionales de toda la vida). La meretriz no deja de aludir a él. Y ella lo que hacía era ayudar, un amor sin límites por este país donde nadie la conocía antes de lo del pobre elefante. Y nadie sabe cómo, para quién exactamente y dónde y con qué medios trabajaba. Y a las ordenes de quién. Y bajo qué estrategia de relaciones exteriores, ¿la que le dictaba el juanca?, ¿había ministerios implicados?

Y seguimos defendiendo a la monarquía, a infantas mangantes, a consortes prepotentes, a secretarios con carta blanca para asesorar en negocios turbios, y lo que era de esperar, a princesas emprendedoras amigas de monarcas al igual que a toda la caterva de emires y jeques. Por muchos aves que nos hayan dado, que no digo yo que esté mal hacer negocio con los sauidíes y con quien haga falta, sería suficiente con la intersección de los empresarios españoles, con ministros en el ejercicio de su cargo, con técnicos asesores y diplomáticos. ¿De verdad que seguimos necesitando alimentar el mito de las coronas y las diademas para justificar unos negocios muy jugosos de los que al final no conocemos su rentabilidad, ni el coste de sus mediadores ni el destino ni la cuantía de sus comisiones?

Deja un comentario